Parte de los requisitos de titulación en la carrera de derecho es hacer el famoso servicio social. En mi caso, yo ayudé a uno de mis profesores con sus actividades académicas y con eso pude cubrir las horas necesarias. Esa fue una forma sencilla de cumplir con el requisito, pero qué otras opciones hay para hacer el servicio social.
Una de las quejas constantes entre mis amigos en relación al servicio social fue que no aprendieron nada relacionado a la carrera y que con lo que hicieron no aportaron valor ni a ellos ni a la comunidad. Es común que cuando queremos buscar nuestro primer empleo, nos pidan al menos unos 6 meses de experiencia. Creo que usar las horas del servicio social para obtener esa experiencia puede ser de gran ayuda.
La idea que quiero transmitir en este artículo es que hacer el servicio social en una institución donde se atienda al público para la resolución de problemas puede ser el lugar ideal para liberar tu servicio social y obtener la experiencia que necesitas para buscar tu primer trabajo. Esta experiencia (si puedes lograr que te incluyan en el proceso de atención al público) puede ayudarte a desarrollar varias habilidades para aprender a escuchar a otros, preparar estrategias de solución de problemas y encontrar fuentes de información. Habilidades muy valiosas que todo abogado necesita para tener éxito en su carrera profesional.
En 2018, llegué a Nueva Zelandia a estudiar una Maestría en Derecho Comercial y Corporativo. Durante mi tiempo de estudiante fui voluntaria en el "Citizens Advice Bureau" (CAB). Esta experiencia me ayudó a integrarme en la comunidad y entender los problemas e inquietudes de las personas que viven a mis alrededores.
El propósito del CAB es prestar servicios de asesoría gratuita, confidencial e independiente a la comunidad. Existen varios medios a través de los cuales la gente puede acceder a este servicio. Por ejemplo, visitando una de las oficinas del CAB, marcando por teléfono, por correo electrónico e incluso a través de un chat en línea.
Una de mis amigas de la maestría me comentó que existía el CAB y que estaban buscando voluntarios que hablaran otros idiomas aparte de inglés. Auckland, la ciudad en la que vivo en Nueva Zelanda, tiene una comunidad muy diversa y en algunas ocasiones personas latinoamericanas, chinas o de otros países donde el inglés no es el primer idioma tienen preguntas y acuden al CAB a buscar ayuda.
Llené el formato y fui a una entrevista con la directora de la oficina, su nombre era Rana. Rana era una mujer muy inteligente y preocupada por la comunidad. Desde la primera plática que tuvimos me agradeció mucho mi interés y me contó que los voluntarios del CAB reciben una capacitación de 7 días donde se les entrena para poder solucionar problemas en temas de migración, arrendamientos, leyes de protección al consumidor y otros. Esto me interesó mucho pues yo era nueva en la ciudad y sentí que estar en el CAB me iba a ayudar a entender cómo funciona el día a día más allá de ser una turista.
Después de unos días fui a mi primer turno en el CAB. Me ofrecí para ir dos días a la semana 3 horas por turno. Las primeras sesiones me pidieron que escuchara a los otros voluntarios mas experimentados para ver cómo atendían a la gente que venía con preguntas al CAB. Mi primera experiencia fue muy interesante. La voluntaria que me tocó escuchar fue muy amable con la persona que llegó al CAB, su problema era respecto a su contrato de arrendamiento y algunas cuotas que no entendía si tenia que pagar o no. Escuché como la voluntaria la atendía y me pareció que todo lo que dijo sonaba lógico, pero en ese momento me asusté un poco porque yo iba en algún punto a tener que a ayudar a alguien y yo no tenía conocimiento de las leyes de NZ o cómo buscar información al respecto.
Felizmente no pasó mucho tiempo y pude hacer los entrenamientos para voluntarios. Fueron varias sesiones en las cuales voluntarios más experimentados y especializados en algunos temas nos explicaron a los nuevos que el propósito del CAB es darle herramientas a las personas para que puedan solucionar sus problemas y no solo solucionarlos nosotros sin involucrarlos en el proceso. Esta lógica me pareció excelente, ya que con esto no tenía yo que saber las respuestas a todas las preguntas de la gente, simplemente tenía que ser empática, saber dónde buscar e involucrar en el proceso a la persona en cuestión.
Algo interesante del CAB es que el grupo de voluntarios es muy diverso en edades y contextos a los que pertenecen. Había estudiantes de varias carreras y gente mayor que eran contadores, maestras, abogados, ingenieros y otros. También en la oficina donde yo estaba había gente de distintas nacionalidades que podíamos atender a los clientes en varios idiomas (español, chino, portugués, francés y árabe). Esto era muy valioso para las personas que venían al CAB ya que, por ejemplo, tuve algunos clientes que no se sentían muy cómodos hablando inglés, así que el hecho de que yo pudiera hablar con ellos en español y traducirles lo que decían las páginas de internet era de mucha ayuda para ellos. Incluso una vez tuve que hablar con el arrendador de uno de ellos para explicarle las inquietudes de mi cliente y llegar a un acuerdo.
Estuve como voluntaria un poco más de un año y en mi tiempo ahí tuve muchos clientes con problemas diversos. Algunos estudiantes con problemas en sus escuelas o buscando trabajo. Algunos turistas que querían saber cómo poder extender sus visas o qué lugares del país visitar. Otros tenían problemas con algún contrato de trabajo o dudas sobre su situación migratoria. Hubo historias tristes y felices, por ejemplo, un día llegó un señor que había venido desde Londres a buscar a sus amigos que dejó de ver hace más de 30 años y en otra ocasión me tocó transcribir unas páginas que un hombre había escrito para contarle a su familia por correo electrónico cómo era su vida en NZ (este hombre no sabía usar bien la computadora y quería escribirle un correo a su familia en el extranjero).
Ser voluntaria en el CAB fue una experiencia fantástica. La verdad en México yo nunca había pensado que esto pudiera ser una opción, pero dedicar un poco de tiempo a otros desinteresadamente se siente muy bien. Ahora en el despacho que trabajo hacemos servicio comunitario y prestamos servicios legales gratuitos a personas que lo necesitan. Me parece muy gratificante y útil involucrarse en este tipo de actividades.
En conclusión, espero más abogados tengan acceso a este tipo de experiencias para liberar su servicio social o simplemente como parte de su formación y contribución a su comunidad. Me parecería fantástico saber si alguno de ustedes conoce un lugar donde se puede hacer este tipo de prácticas en México o en algún otro país. ¿Qué otras ideas tienen para liberar el servicio social?
Maira Nieto
Directora y fundadora de Pink Fern Consulting
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